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(06-10-22)

Había un hombre tan bueno que los ángeles pidieron a Dios que le concediera el don de hacer milagros. Dios, con su gran sabiduría, les dijo le preguntaran si eso era lo que él deseaba.

Los ángeles visitaron al hombre bueno y le ofrecieron, en primer lugar, el don de sanar con las manos, luego el de convertir las almas y, por último, el don de la virtud. Pero el hombre los rechazó todos. Los ángels insitieron en que eligiera uno o los elegirían ellos por él.

      –  Muy bien – respondió- Pido que pueda hacer mucho bien sin ni siquiera saberlo.

La historia termina así:

Los ángeles se quedaron perplejos. Se reuniero a deliberar y resolvieron poner en práctica el siguiente plan. Cada vez que la sombra del hombre cayera por detrás de él, tendría el poder de curar las enfermedades, calmar el dolor y consolar la aflicción. Al caminar, la sombra iría destrás de él convirtiendo en verdes los senderos áridos, haciendo que las plantas marchitas florecieran, llenando de agua clara los riachuelos secos, haciendo brotar colores sanos en los rostros pálidos de los niños y otorgando felicidad a los hombre y mujeres infelices. El hombre santo seguía con su vida diaria esparciendo virtud, así como las estrellas espacen la luz y las flores su aroma sin ni siquiera ser consciente de ello. Las personas respetaban su humildad y le seguían en silencio, sin hablarle jamas de sus milagros. Pronto olvidaron incluso su nombre y le llamaron “La Sombra Sagrada”.

Consuela pensar que podemos ayudar a los demás de unos modos de los que ni siquiera somos conscientes.

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