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(16-01-22)

Con el fin de rehuir sus conflictos, el hombre ha inventado muchas formas de meditación. Estas se han basado en el deseo, la voluntad y el ansia de triunfo e implican conflicto y una lucha por llegar. Este esfuerzo consciente y deliberado siempre se encuentra dentro de los límites de una mente condicionada y no hay libertada en ello. Todo esfuerzo por meditar es la negación de la meditación.

La meditación es el fin de pensamiento. Solo entonces existe una dimensión diferente que está más allá del tiempo.

Krishnamurti (1979)


La meditación consiste en averiguar si el cerebro, con todas sus actividades y experiencias, puede estar absolutamente callado. No forzado, porque en el momento en que se fuerza hay dualidad. La entidad que dice: “Me gustaría tener experiencias maravillosas, por la tanto debo obligar al cerebro a que se aquiete”, no lo conseguirá nunca. Pero si empieza a observar, a escuchar, a indagar en todos los movimientos del pensamiento, en su condicionamiento, sus empeños, sus temores y placeres, si observa cómo funciona el cerebro, entonces verá que este se vuelve extraordinariamente sereno; esa quietud no es la quietud del sueño, sino que está sumamente activa y, por consiguiente, en silencio. Una gran dinamo que esté funcionando perfectamente apenas emite sonido; sola hay ruido cuando hay fricción.


 

Silencio y espacio van juntos. La inmensidad del silencio es la inmensidad de la mente en la que no existe un centro.


 

Del libro “Meditaciones” de Krishnamurti, ed. Edaf

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