Elegir la curiosidad es elegir ser vulnerable porque implica rendirnos a la incertidumbre. Nacemos siendo curiosos. Pero con el tiempo aprendemos que la curiosidad, igual que la vulnerabilidad, puede hacernos sufrir. En consecuencia, recurrimos a la autoprotección: anteponemos la certeza a la curiosidad, la armadura a la vulnerabilidad, saber a aprender, pero cerrarnos tiene un precio, un precio que rara vez tenemos en cuenta cuando lo único que nos interesa es encontrar la forma de huir del sufrimiento.
Einstein dijo: “Lo importante es no dejar de hacerse preguntas. La curiosidad tiene su propia razón de ser”. La razón de ser de la curiosidad no es simplemente convertirse en un instrumento para adquirir conocimiento; nos recuerda que estamos vivos. Los investigadores están hallando pruebas de que la curiosidad está en correlación con la creatividad, la inteligencia, una mejor capacidad de aprendizaje, la memoria y con la resolución de problemas.
Existe una relación profunda entre la curiosidad y la autenticidad. ¿Cómo podemos llegar a esos momentos ajá, si no estamos dispuestos a explorar y hacer preguntas? La información nueva no transformará nuestra forma de pensar, mucho menos nuestras vidas, si se limita a aterrizar a nuestros pies. Para integrar las experiencias y la información en nuestras vidas y ser verdaderamente conscientes de ellas, hemos de recibirla con los brazos abiertos, la mente dispuesta a indagar y el corazón lleno de admiración.
Ian Leslie dice: “La curiosidad es rebelde. No le gustan las reglas, o al menos da por sentado que todas las reglas son provisionales y que están sujetas al vapuleo de una pregunta inteligente que nadie ha planteado todavía. No le gustan los senderos trillados, prefiere los desvíos, las excursiones no planeadas, los giros peligrosos e impulsivos. Resumiendo, la curiosidad implica desviación”.
La curiosidad es un acto de vulnerabilidad y de valor.
Sentir curiosidad por una emoción no siempre es una elección fácil. ¿Qué me juego si indago en estos sentimientos y me doy cuenta de que la herida es más profunda de lo que imagino?
Por desgracia a veces nos educan en la creencia de que las emociones no merecen nuestra atención. No sabemos lo suficiente y/o no somos lo suficientemente conscientes del poder de nuestras emociones y de su conexión con nuestros pensamientos y comportamiento, por consiguiente, no sentimos curiosidad.
Brené Brown